La buena voluntad de los asociados gubernamentales permitió movilizar en 2018 un nivel de financiación sin precedentes de 7.200 millones de dólares, pero las necesidades siguen aumentando. Las contribuciones de los donantes se canalizaron en gran medida hacia las crisis alimentarias de más alto nivel provocadas por conflictos, con lo cual quedó menos dinero para afrontar las emergencias menos mediatizadas. La financiación flexible, aunque su monto es modesto en términos relativos, permite al PMA dirigir los fondos a programas amenazados por déficits presupuestarios y asegurar un período de transición para las operaciones que corren peligro.