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Estimados amigos:

Los problemas a los que nos enfrentamos como comunidad mundial son más complejos y urgentes que nunca. En 2017, las necesidades humanitarias se dispararon hasta máximos históricos debido al número récord de emergencias, impulsadas por los conflictos y los efectos del cambio climático. Como consecuencia, la cifra de afectados por el hambre aguda ha pasado de los 80 millones a los 124 millones en solo dos años. Estas crisis amenazan con anular en parte los progresos conseguidos con tanto esfuerzo durante las últimas décadas en la lucha contra el hambre.

Sin embargo, en el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) seguimos haciendo todo lo posible por prestar la asistencia que la población más pobre y vulnerable del mundo tanto necesita para vivir. El año pasado, cosechamos importantes logros en el marco de nuestras iniciativas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Por poner un ejemplo, en 2017 proporcionamos alimentos a 16,5 millones de niños en edad escolar.

Pero los obstáculos que deben sortearse para erradicar el hambre de una vez por todas siguen siendo inmensos. Pensemos en los recientes acontecimientos sucedidos en Tanganica (República Democrática del Congo), donde la violencia política y entre etnias resultó en la destrucción de 667 escuelas primarias, el 40% de todas las escuelas primarias de la provincia. El efecto transformador que pueden ejercer los programas de comidas escolares en el desarrollo económico a largo plazo, desde promover la asistencia a las escuelas hasta fomentar la igualdad de género, nunca se alcanzará si las escuelas no están abiertas.

La conclusión que debemos extraer es que las iniciativas humanitarias y de desarrollo están estrechamente interrelacionadas y triunfarán o fracasarán de forma conjunta. Los acontecimientos sucedidos en Tanganica son también un duro recordatorio de que los éxitos siempre vendrán acompañados de reveses. Aun así, debemos seguir trabajando y luchando, día tras día, para alcanzar la aspiración mundial establecida en el objetivo general de la Agenda 2030 de lograr un mundo libre de hambre y pobreza.

Nos queda un largo camino por recorrer. El año pasado, en un preocupante retroceso, el número de afectados por el hambre en todo el mundo aumentó hasta alcanzar los 815 millones. La proliferación de los conflictos, los cada vez más frecuentes desastres naturales y la deficiente gobernanza nos alejan de la paz y la prosperidad. Pero con suficiente voluntad política y los fondos necesarios, creo que podemos superar estos obstáculos y corregir el rumbo.

Como agentes humanitarios, cumpliremos con nuestro deber y haremos todo lo que esté en nuestras manos para aplicar las normas más estrictas en todo momento. Reconocemos y asumimos nuestra responsabilidad de velar por que se aplique sistemáticamente, y se haga extensiva a todos, una cultura de derechos, dignidad y respeto. Y hago una solemne promesa: durante mi mandato en WFP; normas éticas más exigentes no conocerán excepciones, no habrá dispensas a la igualdad de género ni descansos en nuestro deber de asistencia.

Pese a todos los retos, el Hambre Cero sigue siendo nuestro objetivo y WFP mantiene su compromiso con la Agenda 2030. Por favor, siga luchando con nosotros para alcanzar esa meta: los niños y las familias a las que prestamos asistencia lo merecen.

Con esperanza y gratitud,

David Beasley

Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos